El padre JOSE MARÍA GRAN CIRERA, MSC.

Nació en Canet de Mar, Barcelona, el 27 de abril de 1945. Hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1966. Fue ordenado sacerdote en Valladolid, el 9 de junio de 1972; tres años después llegó como misionero a trabajar en la diócesis de Quiché. Muere asesinado el 4 de junio de 1980, cerca de la aldea Xe Ixoq Vitz, en Chajul.

Sus cinco años de misionero en Quiché los desarrolló trabajando en las parroquias de Santa Cruz, Zacualpa y san Gaspar Chajul. Es en esta parroquia donde lo vamos a seguir de cerca.

El P. José María no ocultaba su alegría de estar en Chajul, parroquia inmensa y difícil, por su geografía, clima, lengua y cultura distintas, pero sobre todo por la represión que sufría. Sabía bien lo que le esperaba cuando se despidió de sus feligreses de Zacualpa, último lugar donde fue párroco antes de ir a Chajul. Siendo hombre sensible y de corazón inquieto, pronto se identificó con la gente sencilla y laboriosa de este lugar.

El trabajo pastoral en esta zona obligaba a realizar largos viajes misioneros para hacerse presente en cada una de las comunidades y aldeas de la parroquia. Desde 1980, dos sacerdotes Misioneros del Sagrado Corazón residían en Chajul: el párroco era el P. Abimelek Robles y el vicepárroco, el P: José María. Él descubría la presencia de Dios en la gente que sufría por muchas carencias; veía cada vez más claro el sentido de la misión y de su compromiso evangélico por los pobres y perseguidos. Era muy consciente de la inestabilidad política que se iba apoderando de estos pueblos por siempre olvidados de las políticas oficiales de desarrollo. En ese tiempo escribía: “Hay más soldados que antes en Chajul, y debido a ciertos rumores que corrían entre las gentes, preferimos no dejar el pueblo por muchos días, pues con tanto soldado la gente no está tranquila y la presencia del padre, aunque poco puede hacer, siempre da un poco de tranquilidad”.

Al padre José María lo recuerdan en Chajul como un padre lleno de energías, alegre, humilde y de trato muy sencillo. Su servicio pastoral lo realizó sobre todo en las comunidades más lejanas.

Un hecho repercutió fuertemente en Quiché: el fuego provocado en la embajada de España, donde murieron 39 personas, la mayoría campesinos, y algunos catequistas de Quiché. Esto golpeó mucho a la población del departamento. Y el obispo, Mons. Juan Gerardi, los sacerdotes y religiosas denunciaron con valentía en un comunicado: “la situación de violencia extrema, agravada por la ocupación militar de la zona Norte…”.

El comandante militar del pueblo citó, poco tiempo después al P. José María y le echó en cara que los sacerdotes y religiosas eran los responsables de lo que pasaban en el norte de Quiché y le advirtió que era extranjero y que se atuviera a las consecuencias. Comenzaron entonces las amenazas directas contra los sacerdotes y los catequistas.

Poco después el P. José María emprendió una gira misionera que lo llevó hasta Chel, aldea bastante lejana al norte de la población. Allá atendió pastoralmente a la gente, como solía hacerlo, celebrando algunos sacramentos. Ya desde ese lugar fue advertido del peligro que corría, pero no desistió de su actividad pastoral ni cambió sus planes. Al regreso, en Visiquichún, aldea por la que había de pasar a la mitad del camino, fue advertido nuevamente del peligro. Y en este lugar el padre José María expresó varias cosas de gran significado: primero, su decisión de regresar a Chajul porque al día siguiente debería celebrar la solemnidad del Corpus Christi; luego trató en vano de disuadir a Domingo del Barrio Batz que lo acompañara el resto del camino, porque su vida corría peligro y él tenía esposa e hijos que cuidar; Domingo se negó a dejarlo partir solo; tercero, advertidos por unos comerciantes que elementos del ejército los esperaban más arriba, el padre José María y Domingo se arrodillaron para orar. De esa oración, ambos sacaron fuerzas para continuar su camino. Al poco tiempo, ambos cayeron ametrallados por la espalda. El Padre José María tenía entonces 36 años.

Oigamos de Mons. Juan Gerardi, entonces obispo de Quiché:

“No les den oídos a las voces que quieren enlodar este testimonio. No den ustedes oídos a aquellos que dicen que a los curas hay que matarlos, porque son comunistas. Hermanos, ¡no! Parte de esta persecución religiosa es la campaña de desprestigio y difamación que han venido sufriendo obispos, sacerdotes y religiosas, tendiente a crear un clima de desconfianza del pueblo católico hacia sus legítimos pastores. Para nosotros es especialmente significativa, por las circunstancias que la rodean, la muerte del Padre José María Gran Cirera, MSC, párroco de Chajul, asesinado por la espalda, mientras regresaba a caballo de llevar el consuelo de la religión a numerosos feligreses de apartadas aldeas de su parroquia, acompañado únicamente por su sacristán don Domingo Batz, que fue igualmente asesinado”.