El padre EUFEMIO HERMÓGENES LÓPEZ COARCHITA

Párroco de San José Pinula. Fecha de su muerte, 30 de junio de 1978. He dejado al final de esta presentación a este humilde sacerdote diocesano que fue asesinado el 30 de junio de 1978, cerca de los Cerritos, en las inmediaciones de la Aldea San Luís, a cuatro kilómetros de San José Pinula en la carretera que conduce a Palencia, cuando regresaba de visitar a dos enfermos de su parroquia, por ser el más conocido de todos los testigos de la fe.

El Señor Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago en Guatemala cada año, en el aniversario de su muerte, celebra la Eucarística en la concelebran muchos sacerdotes, participan numerosas personas y en la homilía, el Señor Cardenal ha hecho mención de las virtudes del Padre Hermógenes y del significado de su muerte martirial.

Del Padre Hermógenes tenemos también su Diario, cuya lectura es obligada para todo sacerdote diocesano. Su vida fue tan ejemplar que el Señor Arzobispo consultó a la CEG su opinión sobre si introducir su causa como mártir o como confesor. Les invito, queridos hermanos sacerdotes, a leer su biografía y su Diario y a intensificar la oración para que pronto podamos ver reconocida por la Iglesia la santidad de este humilde y ejemplar sacerdote diocesano.

En este Año Sacerdotal vale la pena recordar lo que él escribía en un aniversario de su ordenación sacerdotal 7 de noviembre de 1967:

“Hoy se cumplen trece años de cuando el Señor hizo un milagro en mi persona; hacerme su Sacerdote para siempre. Recuerdo aquel domingo a las 7 am; aquel público tan devoto; aquel besamanos; aquellas felicitaciones; y aquel regreso a mi casita de antigua.

Señor, yo no estoy soñando. Yo recuerdo que me comprometí a servirte y creo que no he vuelto un pie atrás. No me siento defraudado por Ti mi Señor, porque Tú me has tratado muy bien durante todos mis días de Sacerdocio. Y no muy bien simplemente, sino requetebién. Nunca he sentido miedo o tedio. Nunca he pensado mirar hacia atrás.

Ahora que tengo el honor infinito de ser Párroco, me siento Padre de un pueblo al que amo entrañablemente y quisiera trabajar con toda mi alma por santificarlo y llevarlo al cielo.

(…)

Hace casi un año que debajo de mi nombre escribo: PÁRROCO, como para convencerme que la Iglesia Santa me hace responsable de una partecita de sus dominios en orden a su misión salvadora. Y recuerdo haber temblado la primera vez: ahora me parece tan natural y tan grato.

¿Será Señor porque me he acostumbrado? Y esa costumbre ¿Será para hacer las cosas bien hechas?. No lo pudiera asegurar. Me imagino, tan sólo, que una costumbre que hayas borrado toda idea de grandeza, de responsabilidad, de amor y de sacrificio, puede a corta distancia regatear a la verdad, su divina intransigencia; a la santidad su espíritu de sacrificio; al trabajo la idea de entrega y al juramento empeñado al Señor en la persona del Prelado la penosa idea de perjurio.

No suceda en mi alma tal cosa Señor. Tú me has oído decir muchas veces palabras como éstas: “Te amo con toda mi alma, quiero ser fiel hasta la muerte; ayúdame a servirte bien… y siempre he podido notar que estás muy cerca de mi.

Señor, ahora te vuelvo a decir: “concédeme el honor de servirte bien hasta cuando quieras pronunciar un hasta aquí” (Diario de la parroquia de San José Pinula, padre Hermógenes López Coarchita, págs. 138, 139 y 140)”.