Arquidiócesis de
Santiago de Guatemala

Guías Litúrgicas para la celebración de la Eucaristía
o la Liturgia de la Palabra Dominical
con motivo del Adviento y la Navidad
Guatemala de la Asunción, Noviembre 2001

El Bautismo del Señor - domingo 13 de enero

Moniciones
Guía homilética

Regresar a página inicial de Guía de Adviento



Monición introductoria


Celebremos hoy la fiesta del Bautismo del Señor, el servidor de Dios, ungido por el Espíritu Santo, el Mesías, proclamado Hijo suyo por el Padre, para manifestar a todas las gentes la Buena Noticia de la salvación .

Acto Penitencial

Acerquémonos con confianza a Aquel que llevó sobre sí el pecado de todos, que pasando por uno de tantos nos trajo la salvación, para que nos purifique y así participar dignamente en esta celebración.
- Hijo de Dios que, nacido de María, te hiciste nuestro hermano: Señor, ten piedad.
- Hijo del hombre, que conoces y comprendes nuestra debilidad: Cristo, ten piedad.
- Hijo primogénito del Padre, que haces de nosotros una sola familia: Señor, ten piedad.
Monición a las lecturas

La primera lectura, tomada del profeta Isaías, describe las características del servicio del Mesías que surge en la historia porque Dios así lo ha querido. También la segunda lectura, tomada de Hechos de los Apóstoles, desarrolla el retrato de Jesús, Servidor del evangelio de la misericordia, que pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo. El relato del Bautismo de Jesús, según San Mateo, completa el retrato de Jesús, el ungido del Señor, proclamado Hijo amado de Dios en el Jordán. Escuchemos.

Monición final

Dios nos ha elegido hijos adoptivos suyos, para que caminemos en su presencia, conforme a su voluntad. Vayamos a hacer vida lo que aquí hemos celebrado.

inicio

Guía homilética

Objetivo de la homilía. Con el bautismo del Señor inicia el tiempo Ordinario. De allí que se ha de intentar en esta homilía recoger los varios elementos ya explicitados en los tiempos de Adviento y Navidad, para aplicarlos a la vida de todo bautizado. Jesús, en su bautismo, fue definitivamente ungido como Mesías, lleno del Espíritu Santo. De la misma manera, todo bautizado, ungido como Cristo, debe poder seguir fielmente el camino abierto por Jesús, para llegar a ser realmente un hijo amado de Dios, en quien el Padre se complazca.

Las lecturas como punto de partida. Todas las lecturas de este domingo llevan a la realidad de la unción mesiánica de Jesús en el bautismo.

- El profeta Isaías, en la primera lectura (Is 42,1-4.6-7), nos presenta uno de los famosos "cánticos del Siervo de Yahvéh", que aparecen muchas veces evocados en el tiempo de Cuaresma y en la Semana Santa. En dicho texto se presenta el rostro del Mesías de Dios, quien ha recibido el Espíritu y, por tanto, es dado al mundo pero viene de Dios. En la descripción de la obra de este Mesías que actúa con la abundancia del Espíritu, resulta evidente que Él debe proclamar el derecho y la justicia pero de un modo nuevo, con la misericordia que viene de Dios. Por eso, "no gritará" ni quebrará "la caña caída".

- La segunda lectura (Hch 10,34-38) recoge una escena en casa de Cornelio, donde Pedro realiza una catequesis en la que describe quién es Jesús y cómo realizó su servicio de misericordia. En esta descripción, Pedro no recoge rasgos tan importantes como su descendencia real, y se fija sobre todo en su humildad y en su capacidad de preocuparse por la situación real de los hombres y mujeres. "Pasó haciendo el bien": esta es la mejor explicación de toda la vida de Jesús. Lo hizo "porque Dios estaba con Él", en cuanto que lo había ungido por el Espíritu Santo. En el relato resulta implícita la intención de Pedro de ofrecer también a los que crean en Jesús una pauta de comportamiento a seguir, pues se vive según Cristo si se sirve a los pobres y oprimidos por el mal con la fuerza del Espíritu Santo, y en la misericordia revelada plenamente en Cristo Jesús.

- Todos los evangelistas testimonian que Jesús recibió el bautismo de Juan. El relato del bautismo en el evangelio de Mateo (Mt 3,13-17) consta de dos partes: el encuentro entre Jesús y el Bautista (vv. 13-15) y la teofanía -manifestación divina- subsiguiente (vv. 16-17). Esta última manifestación de Dios, que envía al Espíritu Santo sobre Jesús mientras la voz del Padre lo manifiesta como el Hijo, "el amado, el predilecto", es la que da cumplimiento a la profecía del Siervo de la que habla el profeta Isaías en la 1ª. Lectura. Es la teofanía la que da sentido al acontecimiento. Ella tiene el carácter de un relato de vocación, mostrando el carácter definitivo de la vocación mesiánica de Jesús. Se abre el cielo, y gracias a ello, la presencia del Espíritu proclama la verdad más profunda sobre Jesús y su misión.

Podríamos decir que, teológicamente, el texto quiere señalar la irrupción de una nueva creación en Jesús de Nazaret, gracias al cual todas las personas creadas pueden llegar a ser nuevas criaturas. La forma de esa novedad se señala en la voz del Padre al mostrarlo como el Siervo sufriente de Isaías: "Tú eres mi Hijo a quien yo quiero, mi predilecto". El Mesías que presenta el Padre es uno que comparte la debilidad de la condición humana, en perfecta sintonía con el "Dios con nosotros" del principio del Evangelio (Mt 1,23) y el "yo estaré con ustedes hasta el fin de los días" de su final (26,20).

La primera parte encuadra perfectamente esta nueva presencia de Dios. Juan estaba preparando a sus discípulos para la inminente llegada del Reino como Juicio de Dios. De allí que la persona pecadora debía purificarse en vistas de esa llegada y, de allí, la importancia de la recepción del bautismo. Por eso, Juan se sorprende al ver a Jesús. Y Jesús le explica todo, pues en el designio de Dios, la atención ha de dirigirse a la realización de la justicia, es decir, de su "voluntad salvífica": de allí que hay que hacer "lo que Dios quiera" (v. 15). Así pues, el relato sitúa la vocación de Jesús en el marco de la voluntad de Dios. Es más, toda vocación consiste en la aceptación de la voluntad de Dios, incluso en todos aquellos aspectos que, aún si no son agradables, son inherentes a la condición humana que es frágil. Se trata de vivir en el servicio de los demás y en la entrega a la realización de la voluntad divina.

Confrontamos el mensaje con la vida. Esta entrega de la que hablamos antes, sólo puede hacerse por medio de la apertura a la obra del Espíritu que hace surgir en nosotros la capacidad de asumir nuestra propia condición bautismal como vivió Jesucristo su propia vocación. Ser bautizados significa, pues, no solamente haber recibido un sacramento cuando se era niños, sino que supone el vivir la calidad de ungidos con Cristo para llevar su mensaje de salvación a todos y realizar dicha salvación en cuanto profetas, sacerdotes y reyes. Nuestra condición bautismal es inherente a nuestra vocación de cristianos y supone vivir como hijos del Padre, unidos en Cristo, amando a los demás por la fuerza del Espíritu Santo.

Lamentablemente, por muchos esfuerzos que se haga en la catequesis prebautismal, son muchas las personas que no viven conforme a la gracia de su propio bautismo ni buscan el sacramento para sus hijos o hijas pensando en dicha gracia. De allí que este domingo es una excelente oportunidad para recordar los elementos esenciales de la realidad salvífica que comporta dicho sacramento, así como también del compromiso que supone. Ser bautizado significa seguir el modelo de Cristo, abriéndonos constantemente a la voluntad de Dios y, por tanto, a toda justicia según el modelo humilde de Cristo, Siervo sufriente que se solidariza con la condición de todos los seres humanos.

Sugerencias para el compromiso. La homilía debe terminar proponiendo diversas acciones que nos permitan mejorar la calidad y la profundidad de nuestra conciencia de bautizados y, por tanto, de nuestra obediencia filial a la voluntad de Dios en Cristo Jesús. En ese sentido, una mejor formación sobre el sacramento del bautismo es obligada para todo bautizado. Se trata de sugerir alternativas para una mejor educación de la fe que nos ayude a seguir madurando como hijos de Dios en todo bien y como colaboradores suyos en la extensión de su Reino.

inicio