Arquidiócesis de
Santiago de Guatemala

Guías Litúrgicas para la celebración de la Eucaristía
o la Liturgia de la Palabra Dominical
con motivo del Adviento y la Navidad
Guatemala de la Asunción, Noviembre 2001

Primer domingo de Adviento - 2 de diciembre

Moniciones
Guía homilética

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Monición introductoria


El adviento es tiempo de esperanza. Celebramos que el Señor prometió volver para completar la liberación y salvación que inició con su muerte y resurrección. Nosotros vivimos ahora atentos al futuro que viene de Dios: "venga a nosotros tu Reino"; "¡Ven, Señor Jesús!" Cada año, en los cuatro domingos que anteceden la Navidad, nos preparamos a celebrar el nacimiento de Jesús como ser humano, recordando que toda nuestra vida es una preparación para cuando venga como Señor en la gloria. Lo hacemos tratando de vivir ya ahora al modo como esperamos que viviremos entonces: como hermanos, en paz, en la presencia de Dios, unidos y solidarios. Empecemos este tiempo de adviento con estas intenciones, para poder preparar la celebración de la Navidad como cristianos y realizar también una renovación en nuestras vidas.

Acto Penitencial

En este tiempo de adviento, examinemos nuestra vida personal y comunitaria y pidamos perdón a Dios por nuestra conducta que impide que su presencia sea una realidad entre nosotros.
-Tu que viniste al mundo para salvarnos: Señor, ten piedad.
-Tu que nos visitas continuamente con la gracia de tu Espíritu: Cristo, ten piedad.
-Tu que vendrás un día a juzgar nuestras obras: Señor, ten piedad.
Monición a las lecturas

Las lecturas de este primer domingo de adviento nos invitan a mirar hacia el futuro, no el futuro de nuestros proyectos y proyecciones, sino hacia el futuro que nos viene de Dios como un don y para el que nos preparamos con nuestro esfuerzo de cada día. El Evangelio nos recordará que el Señor Jesús prometió venir. Esperamos Su venida con alegría, porque sabemos que entonces gozaremos verdaderamente de la vida y la libertad. Jesús nos enseña en el Evangelio que debemos estar preparados para su venida: eso quiere decir vivir con responsabilidad, ocupados en trabajar por la paz y la reconciliación. Eso mismo nos dice San Pablo en la segunda lectura: "nuestra salvación está ya cercana", hay que dejar las actividades de las tinieblas. El profeta Isaías, en la primera lectura, nos anuncia que la paz que viene de Dios es posible. Escuchemos con atención.

Monición final

Hemos celebrado en la Eucaristía el fundamento de nuestra esperanza: Cristo muerto y resucitado que viene en la gloria para completar nuestra liberación. Que nuestro trabajo de cada día sea un empeño por hacer de nuestra comunidad y de nuestro país un lugar preparado para recibir de Dios el don de la paz.

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Guía homilética

Conviene empezar recordando que, para los cristianos, este domingo empieza el año litúrgico, el cual no es simplemente el sucederse de días y meses sino, ante todo, una realidad salvífica, pues en el círculo que transcurre entre el primer domingo de Adviento y la solemnidad de Cristo Rey, la Iglesia celebra todo lo que Cristo hizo por nosotros. Momentos culminantes del año cristiano son la Eucaristía de cada domingo y la gran celebración de la Pascua. Este énfasis pascual de la liturgia encuentra su correspondencia en la celebración que cada uno de nosotros realiza en el altar de su propio corazón, al convertir su vida entera en una ofrenda agradable al Padre. El año litúrgico es así un tiempo en el que el Padre va realizando en nosotros, con su gracia y nuestra colaboración, la obra de salvación de todos los hombres.

El año cristiano comienza con el Adviento, tiempo durante el cual conmemoramos la última venida de Cristo y la primera venida en la humildad de nuestra condición humana. Eso explica que el tiempo de Adviento esté dividido en dos partes: la primera -desde el I Domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre-, que recuerda la segunda venida de Cristo y la segunda -desde el 17 hasta el 24 de diciembre-, que se ordena más directamente a la preparación de la Navidad.

Objetivo de la homilía. El mensaje que debe transmitir la homilía de este domingo es que el adviento es tiempo de esperanza; los cristianos esperamos la segunda venida del Señor. La venida del Señor significa la plenitud de la salvación, el logro de la vida para siempre en la presencia de Dios y la eliminación de todo mal. Esa espera, sin embargo, debe ser vigilante. Eso significa que el cristiano espera el don de Dios, viviendo ya ahora, dentro de las limitaciones del presente, lo que aguarda como un don de Dios que será pleno para el futuro.

Las lecturas de este domingo como punto de partida. Las tres lecturas de hoy destacan el tema del futuro que viene de Dios:

-La primera lectura (Is 2, 1-5) anticipa el día del Señor como tiempo en que Dios restaurará a la comunidad de Sión (signo de la sociedad humana fraterna), ahora afligida por su pecado, pero que será renovada en paz y justicia. En ella se llevará a cabo la obra de la paz de modo que no habrá ya guerras, pues las armas se transformarán en instrumentos de trabajo y nadie se adiestrará para la guerra (vv. 4-5).

-El Evangelio (Mt 24,37-44) recoge las palabras de Jesús acerca de la venida del Hijo del hombre. En esta lectura, hay que subrayar el tema de "estar preparados" como una actitud gozosa, alegre, pero también de trabajo y compromiso para ir realizando lo que esperamos. El evangelio propone un fuerte llamado a la conciencia del cristiano para no "dormirse" y descuidar la tarea de promover aquello que el Señor debe encontrar cuando vuelva. Tanto la alusión a Noé y su generación (vv. 37-39, que es signo de la inconciencia) como la imagen de los dos que son separados (v. 40) son el marco para la imagen del ladrón que sorprende en la noche (vv. 42-43). Las tres son una invitación clara a la vigilancia activa.

-La lectura de la carta a los Romanos (Rm 13,11-14) reitera el tema con la insistencia de que la salvación está ahora más cerca y hay que comportarse como si fuera "de día", cuando la luz del día del Señor que ya llega es una invitación a llevar aquella forma de existencia propia de dicha llegada, abandonando todo aquello que no es propio de dicha luz (vv. 13-14, lujuria, borracheras, desenfreno, etc.).

El tema de la espera vigilante hay que explicarlo como una preparación activa. Los ejemplos aquí dependerán de las circunstancias de la audiencia, pero conviene poner siempre ejemplos de tipo comunitario: si, por ejemplo, en un lugar les van a instalar la electricidad, se prepara poniendo las instalaciones; si van a mandar un maestro, se prepara construyendo la escuela, etc. La espera cristiana consiste en vivir y actuar de acuerdo con la naturaleza del Reino que viene, pues ya tenemos su principio por el Espíritu que se nos ha dado.

Confrontamos el mensaje de las lecturas con la vida. Puestos delante del horizonte de la salvación escatológica, en este domingo de adviento cobra importancia el compromiso al que nos invita la espera activa de la que hablábamos. Si la reconciliación y la paz son dones de Dios que esperamos sean plenos, hemos de trabajar para realizarlos. Construir una comunidad reconciliada empieza por reconocer la dignidad de la persona humana en el ejercicio de la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Pero este reconocimiento fundamental debe ir acompañado del esfuerzo por eliminar todo lo que se opone a su realización comunitaria: la corrupción, la impunidad, la injusticia, el consumismo insolidario, el aburguesamiento de la vida, etc. Se construye la paz promoviendo a la persona en aquellas obras concretas que muestran nuestra fe en Cristo. La Iglesia nos enseña que hay un vínculo íntimo entre desarrollo y paz. Desarrollo, en sentido cristiano, no es la mera acumulación de bienes y servicios, sino un crecimiento que va unido a la participación real de todos en la riqueza y los bienes generados, respetando la cultura tanto como las cualidades espirituales y sociales de las personas. En Guatemala eso implica comenzar por satisfacer las necesidades básicas de sus habitantes. En la comunidad concreta, habría que encontrar los ejemplos más apropiados.

Sugerencias para el compromiso. La homilía debe terminar indicando qué cosas pueden hacer las personas concretas para vivir el adviento, promoviendo todo aquello que haga el Reino presente (por ejemplo, el respeto a la dignidad de las personas y la promoción humana en la comunidad, la superación de las discriminaciones raciales y étnicas, supresión de la violencia en el trato dentro de la familia, la disponibilidad para compartir, etc). Debe invitar a vivir el adviento como un tiempo de renovación y no sólo como un tiempo en el que el afán de lo material distraiga nuestro esfuerzo por preparar el futuro de Dios que celebramos en la llegada del niño Jesús. Supone un compromiso por vivir, durante las cuatro semanas del adviento, una espiritualidad de la esperanza y que esta espiritualidad se traduzca en acciones concretas para ir optando por una existencia en la luz del día y no en las tinieblas de la noche.

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