Arquidiócesis de
Santiago de Guatemala

Guías Litúrgicas para la celebración de la Eucaristía
o la Liturgia de la Palabra Dominical
con motivo del Adviento y la Navidad
Guatemala de la Asunción, Noviembre 2001

La Epifanía del Señor - domingo 6 de enero

Moniciones
Guía homilética

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Monición introductoria


El día de hoy celebramos la fiesta de la Epifanía del Señor. Esto significa la manifestación del Señor y recuerda el día en que Jesucristo se manifestó a los pueblos gentiles. Para cada uno de nosotros, Jesús quiere también manifestarse como en una nueva Epifanía, y por tanto, debemos acoger esta ocasión para responderle con generosidad y radicalidad. Preparémonos, pues, a celebrar la Eucaristía como una Epifanía de Jesucristo en nuestras vidas.

Acto Penitencial

Puestos delante de Dios en su manifestación de amor a todas las personas, pidamos perdón.
-Tu te manifiestas a todos los pueblos: perdónanos por la falta de sensibilidad para reconocer tu presencia en nuestros hermanos. Señor, ten piedad.
-Tu distribuyes la gracia sin hacer distinción de personas: perdónanos por no haber sido capaces de vivir según la gracia que has derramado en nuestras vidas. Cristo, ten piedad.
-Tu te revelaste a los Magos de Oriente en brazos de María: perdónanos por las veces en las que no te hemos buscado a través de Tu Iglesia y sus Pastores. Señor, ten piedad.
Monición a las lecturas

Todos las personas estamos llamadas a formar un solo cuerpo con Cristo y a vivir juntos cerca de Dios. En esto consiste, según San Pablo en la segunda lectura, el misterio oculto desde siempre. Sólo algunos profetas, como Isaías en la primera lectura, alcanzaron a presentarlo. Luego pasaron los siglos. Y he aquí que el nacimiento de Cristo transforma la esperanza en realidad. Con la llegada de los sabios a Belén, el misterio comienza a manifestarse: los pueblos paganos se ponen en camino hacia Cristo pues todos están llamados a la salvación. Escuchemos con atención.

Monición final

Hemos participado en esta fiesta de la manifestación de Dios a su pueblo. Volvamos ahora a nuestros hogares a tratar de hacer nuestras las actitudes de los sabios de Oriente, para que todo lo que vivamos sea ocasión de que Cristo se manifieste entre nosotros.

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Guía homilética

Objetivo de la homilía. La homilía de hoy debe ser una invitación a acoger la luz de Cristo, manifestado para nuestra salvación y cuyo alcance universal debe interpelar nuestra fe en función de actitudes más abiertas hacia todos y todas.

Las lecturas como punto de partida. Las lecturas de este domingo están muy bien seleccionadas para expresar el sentido de la epifanía del Señor a los pueblos paganos:

-La primera lectura, tomada del profeta Isaías (Is 60,1-6) es un oráculo de consuelo para Jerusalén, la ciudad tantas veces asediada y destruida. Aquí y en otros lugares del mismo libro de la consolación de Isaías, aparece representada como una mujer, madre y esposa, a quien se anuncia el regreso de sus hijos dispersos y el homenaje de los pueblos extranjeros. La imagen de las tinieblas sobre el mundo, que son barridas por el sol divino, por la luz de una nueva aurora, es una imagen muy usada a lo largo de la Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El ser humano que busca es envuelto, revestido de luz, es decir, es "abrazado" por Dios mismo que lo transforma y lo eleva hacia El y lo hace participar del gozo salvífico de la presencia de Dios. Por eso, la simbología de la luz es apta para expresar el sentido de la epifanía y, de hecho, penetra los demás textos de este domingo. El profeta Isaías saca la principal consecuencia de esta voluntad salvífica de Dios al invitar a ver de qué manera se congrega una muchedumbre impensable pues se compone de extranjeros que llegan llevando sus dones a Sión, ya que ésta debe convertirse en ámbito universal de salvación.

-En la segunda lectura tomada de la carta a los Efesios (Ef 3,2-3.5-6) también se habla de epifanía, de manifestación y revelación de algo oculto. Pero no para desconcertarnos o sumirnos en el temor, sino por el contrario, para llenarnos de alegría al conocer el plan misterioso de Dios: "que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio". Pablo ofrece un testimonio personal: como él mismo tuvo su epifanía, la manifestación de una "luz intensa" que cambió su destino en el camino a Damasco para hacerlo portador de la Buena Nueva, así él cree en la oferta de salvación que hace Dios al hacer que cada hombre y mujer pueda recibir la epifanía de Dios en Cristo.

-La narración del evangelio (Mt 2,1-12) está llena del simbolismo relativo al tema de la luz de la salvación y manifiesta el impacto que causa la llegada de Aquel que vino como "luz del mundo". El evangelio de Mateo fue escrito para cristianos que habían sido judíos, que podrían seguir creyendo que sus privilegios como pueblo elegido seguían vigentes. Mateo quiere mostrar que ya no es así, que ya no hay privilegios pues a todos los seres humanos alcanza lo que era antes exclusivo para el pueblo judío. Y lo hace con esta historia de la visita de los magos venidos de Oriente y que preguntan por el recién nacido rey de los judíos, cuya estrella han visto en el cielo. Estos personajes son unos extranjeros atraídos por el resplandor del Mesías y que, al presentar sus dones, ofrecen a Jesús el reconocimiento por salvación ofrecida por Dios en él. Representan a la humanidad y, por tanto, cualquier pueblo, cualquier hombre o mujer de buena voluntad, que busque sinceramente el bien, la justicia y la paz puede verse representado en ellos. Son todos los que buscan la verdad y el amor, los que guiados por ese anhelo, como si fuera una estrella, encontraremos a Jesús y le podremos ofrecer lo mejor de nosotros mismos, porque reconocemos en Él al mismo Dios hecho hombre. Junto a la historia de la visita de los Magos, el Evangelio muestra también el drama de la oposición de las tinieblas a la luz en el rechazo y el sobresalto que se percibe en Herodes y en "toda Jerusalén con él", a esa epifanía luminosa de Cristo.

Confrontamos el mensaje de las lecturas con la vida. Mediante el signo de la estrella, se plantea hoy la búsqueda de Dios que hace que todo ser humano "haga camino" en la vida, aún por sendas desconocidas. Este "hacer camino" encuentra una respuesta en la Epifanía: en la manifestación de Dios, del verdadero y único Dios a todos los pueblos y, por tanto, a todos los seres humanos. Pero no en la potencia de su soberanía ni de sus exigencias, sino en la debilidad de un niño humilde en brazos de su madre, apenas protegidos por un humilde carpintero. Claro que se puede asumir cualquier actitud. Herodes, por ejemplo, teme por su reino de codicia y crueldad (cosas bien atestiguadas por los historiadores de su tiempo). Los grandes sacerdotes y sabios de Jerusalén temen por sus privilegios religiosos y políticos dados por el tirano Herodes. En todo caso, no están dispuestos a adorar al niño como los magos, aún a pesar de conocer aquella estrella, aquel "signo" que apuntaba siempre a Cristo y que no es más que las Escrituras, cuya capacidad profética, sin embargo, quedó bloqueada por su incredulidad y oposición a la luz. Algún día, los que son como ellos lograrán matar a Jesús.

Ante nosotros está la escena de la adoración de los magos venidos de Oriente y guíados por una estrella como un escenario de luz y sombras. Nos toca a nosotros, entonces, asumir una actitud. Con los magos, la de acoger el amor de Dios y dejarnos envolver por su claridad, o por el contrario, la de alzar nuestras ambiciones contra la epifanía de ese amor. Y eso de manera vital, es decir, en el concreto de nuestra vida de cada día. El Señor tiene un proyecto de salvación para todas las personas. El entrar en la salvación depende de Dios, de que el Señor se "manifieste" en nuestras vidas. Pero hemos de buscarlo, y no únicamente en los lugares que corresponden más a nuestra lógica humana (en el "templo de Jerusalén" o en el "Palacio del rey Herodes") sino allí donde nos dirija la Palabra de Dios, en la pobreza de Belén y desde los brazos de una mujer campesina. ¿Cuáles son los lugares desde donde el Señor quiere manifestarse hoy? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a reconocerlo, a adorarlo allí? ¿De qué manera somos capaces de dejarnos envolver por su claridad, desechando de nuestras vidas estructuras de pecado que nos aparten de su proyecto? Todas estas son preguntas muy oportunas en este domingo. Será conveniente mostrar, con ejemplos sencillos, lo que eso significa.

Sugerencias para el compromiso. La epifanía del Señor requiere de nosotros el compromiso de buscar a Cristo y la sencillez de reconocerlo. Los magos no se sintieron defraudados al encontrar al niño en la pobreza de Belén, sino que, con gran humildad, se inclinaron delante del niño que a simple vista no tenía nada extraordinario y lo reconocieron con Dios, como Rey y como Redentor. Actualmente para que se dé la manifestación de Cristo, es necesario que estemos dispuestos a seguir el camino y la actitud de los Magos de Oriente. De esto dependerá que este nuevo milenio sea un acontecimiento salvífico para nosotros.

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