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Somos enviados como testigos de Jesucristo

Convocatoria de los Obispos de Guatemala a la «Misión Continental»

Queridos hermanos y hermanas,

Una Misión y una tarea.

Jesucristo Resucitado dejó a sus discípulos una misión y una tarea: Anunciar el Evangelio a todos los pueblos, en todos los tiempos (cf. Mt 28,19). Desde entonces los discípulos y seguidores de Jesús somos también sus heraldos y misioneros. “No podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20). No podemos guardar para nosotros solos la alegría de la fe y de la vida nueva en Cristo y por eso queremos compartirlas con hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, para que el amor que Dios nos tiene sea, para todos, fuente de gozo y esperanza. Jesús envió sobre sus discípulos el Espíritu Santo para hacerlos también misioneros (cf. Jn 20, 21-22). Desde esos orígenes hasta nuestros días, Jesucristo no ha dejado de enviar sobre su Iglesia la fuerza de su Espíritu, para que con el anuncio y la vivencia del Evangelio, los que ya son seguidores de Jesús y miembros de la Iglesia atraigan a otros a la fe y a la vida de la Iglesia, y estos nuevos creyentes se conviertan también en testigos. Jesucristo nos ha enviado para ser testigos del Evangelio (cf. Lc 24, 48). El amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo (cf. 2Cor 13,13) son el origen, el modelo y la fuerza de esta misión.

Asumimos el proyecto Aparecida.

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en mayo del 2007 en Aparecida, Brasil, quiso renovar para nuestros días ese encargo misionero que Jesús dejó a la Iglesia, esa actitud evangelizadora que nos debe caracterizar a nosotros los discípulos. Por eso, llamó a realizar la misión continental en todas las iglesias particulares del continente. Estas son sus palabras: “Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitirán convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza” (DAp 362)...

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