Presentación de la Sección de
Animación Bíblica de la Pastoral


El Santo Padre Benedicto XVI, en su homilía con motivo de la inauguración del reciente Sínodo sobre «la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia», comentando el famoso texto bíblico llamado «Canto de mi amigo por su viña» (Is 5,1-7) afirmaba:

"Cuando Dios habla, pide siempre una respuesta; su acción salvadora requiere la cooperación humana; su amor espera ser correspondido. Que no suceda nunca, queridos hermanos y hermanas, lo que narra el texto bíblico a propósito de la viña: «Y esperó que diese uvas, pero dio agraces» (cfr. Is 5,2). Sólo la Palabra de Dios puede cambiar profundamente el corazón del hombre, por eso es importante que establezcan con ella una intimidad creciente cada uno de los creyentes y las comunidades."

La exhortación del Santo Padre recogía la más profunda intención del Sínodo: ayudar a vitalizar la «respuesta» humana a Dios como un Padre que habla a sus hijos y sale a su encuentro en las Sagradas Escrituras. Ciertamente, como un padre de familia trata de hacerse comprender por sus pequeños, así el Señor «sin disminuir» su verdad y santidad «condesciende», se acomoda en las Sagradas Escrituras a nuestra naturaleza y lenguaje, y con ello nos muestra su amor y cuidado por nosotros. ¿Cómo hacer para que esa voz del Padre siga llegando cada vez con más eficacia a sus hijos y produzca en ellos la respuesta de la fe y del amor?

Depositaria de esas Sagradas Escrituras, en cuya lectura se «encuentra a Jesucristo vivo» para vivir con Él la maravillosa aventura del discipulado y la misión, la Iglesia imita la acción amorosa del Padre que nos ha hablado en su Hijo (cfr. Jn 1,18), y trata de poner al alcance de sus hijos el tesoro de las Sagradas Escrituras por todos los medios posibles, uno de los cuales es sin duda la traducción cuidadosa de los textos sagrados. En cierto modo se puede decir que toda la Historia de la Iglesia ha estado ligada a momentos claves de la traducción del texto bíblico, de manera que pudiera llegar más fácilmente al corazón de los hombres y mujeres situados en las culturas de todos los tiempos: del hebreo al griego, de ambos al latín, luego a las lenguas vernáculas. La Iglesia sabe que entre las normas de toda traducción bíblica destaca aquella que afirma que «una traducción, en efecto, es siempre más que una simple transcripción del texto original. El paso de una lengua a otra comporta necesariamente un cambio de contexto cultural: los conceptos no son idénticos y el alcance de los símbolos es diferente, ya que ellos se ubican en relación con otras tradiciones del pensamiento y otras maneras de vivir».

Dentro de este recorrido maravilloso se enmarca hoy la traducción de la Biblia a la lengua k’iche’, fruto de más de veinte años de trabajo especializado, llevado a cabo con los criterios que propone la Iglesia católica: con exactitud y adaptación a las diversas lenguas, sobre todo partiendo de los textos originales. Una tarea nada fácil para quien conoce la variedad y variabilidad de las expresiones de una noble lengua k’iche’, realizadora aun de procesos de unificación en su gramática y simbología, pero llamada también ella a ser vehículo de los misterios inefables del Dios Padre que nos ha revelado a su Hijo prometido ya en las mismas Sagradas Escrituras para que en Él tengamos gracia y paz (cfr. Rom 1,1-7).

Cabe recordar en el marco del Año Jubilar Paulino 2008-2009 que según enseñanza del Apóstol «es la voluntad de Dios que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 1,4). A ese convencimiento más cercano y adaptado sirve la presente traducción, pues misión y traducción van siempre unidas cuando se quiere que el texto bíblico llegue al corazón y lo transforme asumiendo los términos, vocablos y expresiones que se han aprendido desde la primera infancia: «Tú en cambio, persevera en lo que aprendiste, y en lo que creíste, teniendo presente de quines lo aprendiste y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Tim 3,14).

Con el mayor gusto y aprecio me permito agradecer en nombre de la Sección de Animación Bíblica de la Pastoral de la Conferencia Episcopal de Guatemala la dedicación continua y amorosa a esta obra por parte de Mons. Julio Cabrera Ovalle, del P. Bernard Gosse, de la Lda. Isabel Sucuquí y de todo el Equipo de Catequistas, quienes por tantos años no han cesado en su esfuerzo por lograr la traducción de la Biblia a la lengua k’iche’: con ello han puesto al alcance de la Iglesia que conoce esta lengua a la misma «Palabra que es espíritu y vida» (cfr. Jn 1,14), a la Palabra última y definitiva que Dios nos ha ofrecido en Jesucristo (cfr. Heb 1,1). Su trabajo viene a ser hoy como la semilla que se deposita en la tierra de la noble población de lengua k’iche’, a la vez que constituye la «vista cercana» de la Palabra Eterna de Dios que se aproxima como luz para que en ella todo hombre tenga vida (cfr. Jn 1,3).

Sin duda que al loable esfuerzo realizado deberá corresponder ahora el complemento de toda una «pastoral bíblica entendida como animación bíblica de la misma pastoral», que bien hace la parte de la tarea de la interpretación de la Biblia en la Iglesia, y que corresponde al deseo de los discípulos de Jesús que quieren nutrirse de la Palabra y acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos para emplearlos como mediación del diálogo con Jesucristo, y para que la Sagrada Escritura juntamente con el testimonio de la Tradición Viva de la Iglesia sean alma de la evangelización y del anuncio de Jesús a todos.

Que esta obra impulse el continuo rejuvenecer de la Iglesia a través del Evangelio, pues la Palabra de Dios nunca envejece ni se agota.

+ Víctor Hugo Palma Paúl
Obispo de Escuintla
Responsable de la Sección de Animación Bíblica 2008-2011
Conferencia Episcopal de Guatemala

 

RI TYOXLAJ WUJ PA QACH’AB’AL K’ICHE’ - La Sagrada Escritura en Idioma Quiché